Category Archives: Montilla
Conferència de José Montilla a Manresa
A continuació hi trobareu el text (sense revisar) de la conferència que José Montilla ha pronunciat avui a Manresa amb motiu de la celebració del cinquantenari de la creació d’Òmnium Cultural.
“Catalunya, present i futur: destriem el gra de la palla”
Salutacions …
{president Òmnium, personalitats, autoritats}
Molt bon vespre.
Els agraeixo la seva invitació per assistir i participar en aquest cicle, que coincideix amb la celebració del cinquantenari de la creació d’Òmnium Cultural, i els 40 anys de la seva delegació a la comarca del Bages.
{El cinquantenari d’Òmnium}
L’inici de les activitats d’Òmnium posa de manifest la visió dels qui, a principis dels anys 60, van tenir la determinació de posar-s’hi.
Van ser persones amb coratge, valentia, passió pel país, per la seva llengua i la seva cultura.
Aleshores, més que no pas avui segurament, llengua, país i cultura eren, a Catalunya, una mateixa cosa, aplegades sovint en una mateixa lluita.
Van ser persones amb visió de futur. Gent esperançada i que van saber encomanar aquella esperança. Treballaven en un present que era gris, sense respecte ni reconeixement nacional i sense llibertats.
Però van ser capaços d’imaginar el futur amb optimisme, sabent que la força de la societat catalana havia de garantir la pervivència dels nostres principals trets d’identitat, la conquesta de les llibertats democràtiques i la recuperació del nostre autogovern.
Crec, i així ho he manifestat en ocasió d’aquest cinquantenari, que Òmnium Cultural és una de les millors expressions de la fortalesa cívica d’aquest nostre país. Tenim altres exemples d’aquest impuls social i cívic, però en el terreny de la cultura i de la llengua, el lideratge d’Òmnium és evident.
Des del seu naixement fins ara, la seva activitat ha estat un estímul i alhora una garantia. És obvi que el desenvolupament de la cultura catalana, i de la seva llengua en particular, necessitava i necessita encara (avui potser amb uns altres destinataris, vinguts d’arreu del món, però tant o més que mai) necessita, dic, el compromís del govern i de les institucions públiques.
Però sense la vocació de servei dels primers promotors d’Òmnium i de tots els qui han continuat la feina fins avui mateix i des de les perspectives més diverses, no hauríem assolit els èxits col·lectius que podem mostrar al món: una societat moderna i dinàmica, oberta, cosmopolita i que, alhora, ha sabut conservar i transmetre de generació en generació, sense interrupcions, el seu patrimoni cultural i lingüístic
En la meva joventut compromesa amb la recuperació de les llibertats democràtiques i nacionals i durant els anys de la transició vàrem compartir il·lusió i combat.
Molt especialment a les ciutats de la regió metropolitana, on aprendre i parlar català era una manifestació més del nostre compromís amb el catalanisme.
Entrevista al president Montilla a La Vanguardia
ENTREVISTA A JOSÉ MONTILLA
“Me fío más de Zapatero que de Mas, obviamente”
QUIM MONZÓ / SERGI PÀMIES
LA VANGUARDIA, 24.11.10
Un spot de la campaña del PSC afirma que hay algo de Montilla en todos nosotros. Mientras dura la conversación nos cuesta un poco concentrarnos: no podemos evitar preguntarnos qué parte de José Montilla (Iznájar, 1955) llevamos dentro. ¿El omóplato? ¿Los silencios? ¿La vesícula biliar? El mobiliario impersonal del despacho presidencial, en el Palau de la Generalitat, no está a la altura de la arquitectura del edificio. Menos mal que dos elementos ayudan a identificar el contexto: las botellas de Aigua del Montseny y el cuadro del exasperante pintor mayor del reino.
Hemos desayunado aquí al lado, en el bar Conesa. ¿Ha ido usted alguna vez?
La verdad es que desayuno muy pronto y lo hago en casa.
¿A qué hora?
Pues la verdad es que llego al despacho a las ocho, pero ya hace rato que he desayunado. Alguna vez salgo, pero excepcionalmente. Hace muchos años había tenido el despacho aquí cerca, en la calle Jaume I. A principios de los ochenta, cuando estaba en la Diputación. Entonces iba a desayunar a un bar que ya no existe. Ahora han puesto un establecimiento de zumos. El bar lo llevaba una pareja de homosexuales, mayores y tal, muy simpáticos y que cocinaban muy bien. Estaba justo donde ahora está uno de los hoteles de la calle Jaume I. En la última planta de ahí tenía yo el despacho.
¿Por qué cree que es usted el mejor candidato a lapresidencia? ¿Por la experiencia?
La experiencia es un factor más, pero también por las propuestas y el proyecto que representas. Tú no te representas a ti mismo, ni a un proyecto personal exclusivamente. También, porque creo que represento a la formación política que más se parece al país.
Aparte del proyecto está el carácter. Pujol marcó mucho en sus años de presidencia, no sólo por su proyecto, sino por su modo de ser. Maragall igual. ¿Cuáles son las características que usted aporta al cargo?
Experiencia, conocimiento del país, sensatez, ideas claras, capacidad de concertar y de sumar. Y un tipo de liderazgo que no es en absoluto mesiánico o unipersonal. Seguramente es un liderazgo más colectivo, que en estos momentos es lo que hace falta.
Hace unos días usted le decía al presidente Zapatero: “José Luis, no te fíes de Mas”. ¿De quién se fía usted más: de Zapatero o de Mas?
Si tengo que escoger, me fío más de Zapatero que de Mas, obviamente. Pero de lo que me fío más es del colectivo, de la colectividad, del pueblo de Catalunya.
Pero cuando le decía a Zapatero que no se fiara de Mas, ¿a qué se refería?
A que CiU tiene más de una cara. Hay una cara que está presente en el Congreso. Es la cara que se mueve bien en Madrid, especialmente en los grandes despachos de abogados, en los lobbies empresariales. Es la cara más autonomista. Pero esa no es la CiU que manda en este momento. Es otra. Es la más soberanista o independentista, la que en estos momentos tiene preponderancia y hegemonía; dentro de Convergència de manera muy especial.
Cuando usted ya no sea presidente de la Generalitat, ¿qué aspiraciones políticas tiene?
Creo que el máximo honor para un político catalán es ser presidente de su país. Es así. Yo he tenido la suerte de estar durante muchos años al frente de un municipio; por lo tanto, de conocer a fondo la administración más cercana al ciudadano, que tiene un papel fundamental en nuestro país. También he conocido la Administración central, durante la etapa en la que fui ministro y un poco la administración europea por las relaciones obvias de aquel momento. También fui presidente de la Diputación y del consejo comarcal.
Y president de Catalunya…
Y president de Catalunya. Al país se le puede servir desde muchos sitios; yo le he servido desde todos esos. Obviamente, durante esta etapa como president de la Generalitat pero también desde los otros cargos. Del mismo modo que sirven al país muchas personas que no tienen un cargo institucional y trabajan desde una organización no gubernamentalodesde otras administraciones… Esto no es una carrera de ir superando posiciones y mejorando en el ranking. Mi aspiración es servir al país.
Una de las características del cargo de president es la responsabilidad que comporta, pero a menudo se dice que la Generalitat no tiene poderydepende exclusivamente de Madrid. ¿Qué da más poder? ¿Un ministerio español o la presidencia de la Generalitat?
La presidencia de la Generalitat, sin lugar a dudas. Los que dicen que no tiene poder no conocen el poder del autogobierno de Catalunya ni de la administración central. Hoy, a diferencia de hace unas décadas, lo que pasa es que todos los gobiernos tienen menos poder. Creo que esta crisis económica global lo ha puesto de relieve. El autogobierno de Catalunya es responsable de la mayoría de los servicios básicos que tienen relación con la población, de un presupuesto de cerca de cuarenta mil millones de euros. ¿Cómo no va a ser importante todo eso? La seguridad, la educación, la salud, una parte importante de la justicia, los servicios sociales, la investigación… ¿Qué tiene la Administración central? Es una pregunta que a veces hago. ¿Qué tiene? ¿El aeropuerto? Catalunya es mucho más que un aeropuerto. El problema es otro. Es la limitación de los gobiernos, que se ha puesto en evidencia con la llegada de la crisis, donde mandan más los mercados que los gobiernos elegidos democráticamente.
¿En qué se ha equivocado el Govern durante estos años?
Una de las cosas que más me reprochan en la campaña es que no hemos explicado lo que hemos hecho. Lo hemos intentado pero lo hemos explicado mal.
¿La gente no se ha enterado de lo que han hecho?
No. Hay mucha gente que además te recrimina. En estos mítines relámpago te dicen: “Oh, es que no habéis explicado lo que habéis hecho…”. Es un error, sin lugar a dudas. Creo que aunque fuimos de los primeros en tomar la iniciativa respecto a la crisis económica, lo que está claro es que tenemos más de medio millón de parados. Algo no habremos hecho bien. Es obvio que el problema del paro no lo resuelve un gobierno como el catalán actuando exclusivamente por libre, pero seguramente hubiésemos podido hacer más.
¿En qué han acertado?
Con una crisis económica tan grave como la actual y un crecimiento espectacular de la población hemos sido capaces de mantener y mejorar los servicios básicos de educación, salud, cohesión en los barrios, e incrementar los servicios sociales. Estoy orgulloso de que empiece a haber una cuarta pata del Estado de bienestar. Y sin haber tenido que enfrentarnos a demasiados problemas. No hemos tenido situaciones que se hubiesen podido dar, como explosiones sociales. Todo eso gracias también a que estamos en una etapa con más autogobierno que nunca. Aunque haya limitaciones. Para algunos será insuficiente, es obvio, pero es la etapa de mayor autogobierno y más recursos. Por primera vez, tenemos un sistema de financiación por encima de la media española. Algunos pedirán otras cosas, pero es la primera vez en treinta años que tenemos ese sistema de financiación, y unas inversiones del Estado en consonancia con nuestro peso en el conjunto de la economía del Estado, y eso tampoco había sucedido nunca.
Antes se refería usted a los mítines relámpago. En esta campaña han innovado un poco con ese tipo de mítines de diez minutos: aparecer, desaparecer y también esta singular iniciativa del Increíble Hombre Normal. ¿Cómo se siente frente a una presentación tan distinta de su imagen?
Bueno, eso del Increíble Hombre Normal es cosa de las juventudes…
Cuando se lo comentaron, ¿cómo reaccionó?
No me lo comentaron: las juventudes lo hicieron y me lo encontré hecho.
¿Qué me dice…?
Lo hicieron y me lo encontré hecho. En cambio, lo de los mítines relámpago no. Creo que es una manera de incrementar la presencia ante un público diferente y en unos horarios distintos. Eso significa que te encuentras con un determinado perfil de gente. Aparte de que haya elementos, mensajes y propuestas para los medios, también te permite acercarte a un público con el que está bien hablar. No digo tener los pies en el suelo porque siempre intento tener los pies en el suelo.
Durante los mítines no tiene los pies en el suelo: está sobre un palet rojo.
Me refiero a estar hablando con la gente. Realmente, hay sectores de la población muy tocados, familias con hijos en paro…
Se ha subrayado mucho esa condición de normal. ¿Ser normal es una virtud, en política?
Creo que sí, aunque haya gente que no lo crea y prefiera líderes iluminados, místicos. Yo no creo en ese tipo de líderes, nunca he sido mitómano, ni cuando era de extrema izquierda.
¿No tenía pósters en la habitación?
Nunca tuve pósters. Ni del Che ni de nadie.
¿No?
No soy mitómano.
Hay un anuncio de su campaña que parece redactado por Puigcercós. Dice: “Ser catalán es trabajar duro y con las ideas claras”. ¿Por qué los catalanes? Todas las personas tienen o tendrían que trabajar duro en este mundo, no sólo los catalanes.
Creo que una virtud colectiva del pueblo de Catalunya es ser trabajador.
¿Más que otros?
Seguramente más que otros, sí. Ser trabajador es una virtud. Evidentemente, también tenemos gente a quien no le gusta trabajar, como en todas partes. En la propaganda, normalmente se ponen de relieve las virtudes y no los defectos. El trabajo, para alguien que empezó a trabajar a los dieciséis años como yo, es una virtud.
¿De qué empezó a trabajar?
En un taller de artes gráficas, en Esplugues de Llobregat. En una empresa que todavía existe, aunque ha cambiado de nombre y de propietarios: Industrias Gráficas Pauta. Básicamente, hacíamos cajas para los bombones Nestlé…
… Que también está en Esplugues.
Y para Varón Dandy. Cajas, básicamente. Era en 1971. Trabajé nueve meses y la mayor parte de noche, de seis de la tarde a seis de la mañana.
Y, de día, ¿dormía, estudiaba?
En aquel periodo dormía y no pude estudiar. Por eso dejé el taller.
¿Para poder estudiar?
Dejé el taller por otra empresa donde trabajaba de siete y media a tres y media, y eso me permitió seguir estudiando. Esta vez en Sant Joan Despí.
¿Y en el taller de artes gráficas, qué hacía, cuál era su trabajo?
Era aprendiz.
¿Estaba con las impresoras?
Sí, las offset.
¿Había Minervas?
La actividad de la Minerva era mínima. Lo que más había eran máquinas offset. Unas alemanas, que eran las Mann, y una Planeta, de Alemania del Este. Un trasto muy antiguo que decían que era muy preciso.
Debía de ser un tanque reciclado. ¿Si volviera a formar gobierno, cuál sería el principal objetivo de esta legislatura?
La lucha contra la crisis para la creación de ocupación. Aunque no sé si es lo que más preocupa a los políticos, a la sociedad catalana, sí.
¿Cuál es la línea que separa el servicio al ciudadano o al país y la ambición personal?
Eso depende de cada persona.
¿Y en su caso?
Yo estoy en política por vocación de servicio público. Nunca pensé que sería presidente de la Generalitat, ni cuando era pequeño, ni hace 15 años, ni hace 10. Ni ministro. Ahora bien, cuando tienes un cargo debes hacerlo lo mejor posible, con una ambición que no sea personal pero sí colectiva. Estás representando a un conjunto de ciudadanos. Un político, un representante institucional, tiene una doble función. Una, gestionar los asuntos públicos y, dos, representar a los ciudadanos.
¿Sabe de dónde viene su apellido y qué significa?
No. Una vez unos expertos me dijeron que tiene raíces vascas. Me sorprendió. Así como hay apellidos que tienen muy claras sus raíces, en mi caso el origen…
¿No le han dicho nunca que tiene que ver con Munda?
¿Munda, la batalla que libró Julio César…? No, Pompeyo, perdón.
Más el sufijo árabe -ya.
También, también, pero aquellos expertos… La batalla de Munda se libró cerca del pueblo de Montilla, pero dicen que no viene de ahí, que el apellido tiene raíces vascas.
En estas elecciones hay toda una serie de partidos que nunca se habían presentado. Uno de ellos es la Coordinadora Reusenca Independent, con Ariel Santamaría y Carmen de Mairena. ¿Qué opina un presidente de la Generalitat de este tipo de representación?
No es un fenómeno nuevo. Lo es aquí, pero lo hemos visto en otros países en procesos electorales.
Cicciolina…
Cicciolina, o Coluche en Francia, aunque era otra cosa. Por lo tanto, seguramente cada vez nos vamos normalizando y cada vez somos más europeos. Tiene relación con el hecho de que nuestra sociedad cada vez es más plural. No necesariamente más fragmentada, pero sí más plural. Y más compleja, y por lo tanto fenómenos como ese serán más habituales, del mismo modo que se tiende a la fragmentación del mapa político en toda Europa. Es necesario recordar que, en Alemania, hace 25 o 30 años, los dos grandes partidos sumaban el 70% del electorado y ahora no. Hay más ofertas electorales y algunas que expresan posiciones de rechazo, o antisistema a su manera.
¿Qué opina del voto en blanco?
El voto en blanco me preocupa más que esas candidaturas anecdóticas. Porque lo ejercen personas que creen en el sistema democrático pero que no encuentran referentes que les sirvan, ni ofertas que les satisfagan. Con el voto en blanco envían un mensaje de rechazo.
El voto en blanco no ha dejado de aumentar.
Prefiero el voto en blanco porque es más consciente. Tenemos que reflexionar y seguramente hacer mejor las cosas. Esa gente no son pasotas, son conscientes de lo que significa la democracia y del valor del voto.
Si junto a su casa se tuviera que construir una mezquita, una narcosala, un megaprostíbulo como el de La Jonquera, un cementerio nuclear o una cárcel, ¿qué preferiría?
Una cárcel. A veces ya he hecho referencia, en diversos actos, a la insolidaridad de la sociedad. Porque encontrarás manifestaciones pidiendo una escuela o un hospital, pero no encontrarás una manifestación pidiendo una cárcel, una narcosala o una instalación de residuos. Pero los necesitamos. Y después la gente exige que los ladrones no estén en la calle, que los residuos estén recogidos y eliminados, y piden otros equipamientos para grupos minoritarios de nuestra sociedad, como son las personas con problemas de drogadicción. Yo sería respetuoso con la decisión que tomaran las autoridades competentes. Esas instalaciones las necesitamos. Lo que no podemos decir es lo de “en el patio de mi casa, no…”. Pero, si no es en el patio de tu casa, ¿dónde va a ser? ¿En el patio del vecino? Pues si resulta que el emplazamiento idóneo está cerca de tu casa, pues oiga…
Hablaba de equipamientos: de cárceles, de narcosalas… Pero, en el caso del macroprostíbulo, que de repente te encuentres que se está construyendo justo al lado de tu casa o de tu empresa…
Francamente, no sé si puede decir que un prostíbulo sea un servicio a la comunidad ni un equipamiento. (Sonríe.) No me gustaría y por lo tanto utilizaría los mecanismos que el Estado de derecho tiene a su alcance para evitarlo. Pero los servicios públicos, los equipamientos y los servicios a la comunidad, si te tocan, te tocan.
En las Terres de l’Ebre dicen que siempre les toca a ellos. ¿Le parece justo que siempre toque a los mismos?
Creo que eso que dicen es injusto, francamente. Porque las centrales se construyeron en una determinada etapa, hace muchos años. Algunas de ellas, cuando no había democracia o era muy incipiente. Creo que, entre otras cosas, el autogobierno ha buscado el equilibrio territorial. Algo parecido ocurre con los molinos de viento. ¿Dónde se pueden poner? Pues allá donde haya viento.
¿Cuánto cuesta la campaña electoral del PSC?
Está muy cerca de los tres millones de euros. Dos coma nueve y pico. No recuerdo el pico. Son 2 millones 914, o 2 millones 920… En cualquier caso, no llega a los tres millones.
¿Cómo se financia?
Con los recursos del partido. Una parte procede de las cuotas de los militantes. Otra, de las cuotas de los cargos públicos, que son importantes. Y, luego, están las subvenciones, que recibimos de acuerdo con la legislación: las que nos tocan por ley.
Cuando dice “las cuotas de los cargos públicos”, ¿se refiere a una parte del salario?
Los cargos públicos con carnet tenemos una cuota extraordinaria que pagamos al partido, además de la cuota que se paga como afiliado.
En esta etapa de president, ¿cuál ha sido su mayor decepción política?
Prefiero quedarme con los buenos momentos más que con las decepciones o con los problemas. Intento no decepcionarme por nada. Hemos tenido momentos duros. Especialmente cuando se producen muertes de servidores públicos, como ocurrió con los bomberos fallecidos en el incendio de Horta de Sant Joan. Son momentos difíciles. Como la sequía.
No ha vuelto a haber sequía.
Ahora que hemos hecho las infraestructuras, ahora que podría no llover… Si vuelve a no llover no tendremos problemas.
La Virgen de Montserrat lo resolvió mejor.
Sí, pero, por si acaso, las infraestructuras ya las hemos hecho. Las desalinizadoras y las interconexiones entre las cuencas internas…
¿Qué es lo que más le aburre de una campaña electoral? Aparte de las entrevistas.
Entre otras cosas, una que está muy presente en la política y que se magnifica cuando hay campaña: la banalidad, la superficialidad, la mentira. Cada uno puede intentar defender sus posiciones y propuestas, pero es que te encuentras con personajes que, pura y simplemente, mienten. Me parece bien que defiendan sus ideas. Pero cuando una cosa es negra, es negra. Con o sin gafas continuará siendo negra. Me molesta la simplificación de los mensajes, seguramente obligada por el contexto en el que vivimos, donde lo importante es el corte de voz para la tele.
Queda molt per fer
Avui el president Montilla publica a El Periódico de Catalunya l’article d’opinió que trobareu transcrit a continuació.
Queda molt per fer
JOSÉ MONTILLA, president de la Generalitat de Catalunya
EL PERIÓDICO DE CATALUNYA, 11 de novembre del 2010
En la legislatura que acabem, amb el Govern d’Entesa que he tingut l’honor de presidir, Catalunya ha assolit el màxim nivell d’autogovern, el millor finançament i la màxima inversió pública de l’Estat en tota la història. Això són fets, no paraules. Si la inversió per càpita de la Generalitat era de 365 € el 2003, el 2009 ha estat de 735 €. En els darrers quatre anys hem contractat cinc mestres, tres mossos i dos metges cada dia. Hem fet 1.000 equipaments públics, d’entre els quals destaquen dues escoles per setmana. Hem fet lleis tan importants com la llei d’educació, la de serveis socials, la de salut pública, la de l’impost de successions -que farà que el 94% dels possibles contribuents no hagin de pagar- o la que permet recuperar l’Àrea Metropolitana de Barcelona. Hem inaugurat el primer tram del canal Segarra-Garrigues, l’aeroport de Lleida-Alguaire, 13 noves estacions de metro, hem garantit -que no ho estava- el subministrament d’aigua de boca a la regió metropolitana de Barcelona, hem seguit desplegant la llei de barris fins a arribar a 100 barris objecte d’actuacions integrals de rehabilitació urbana i integració social, hem assolit importants acords amb els agents econòmics i amb els partits de l’oposició i hem ajudat més que mai els ajuntaments de Catalunya amb independència del seu color polític. En definitiva, hem deixat un país millor preparat per al futur.
Certament, el temps del tripartit ha passat. No és possible que segueixin governant juntes forces polítiques amb projectes tan diferents, especialment pel que fa al futur de l’autogovern de Catalunya. Els socialistes no estarem en un govern amb els que pretenguin convocar un referèndum independentista o promoure una dinàmica de confrontació estèril amb la resta d’Espanya que, a més, dividiria els catalans de forma temerària, ni tampoc no ens podrem posar d’acord amb qui no estigui disposat a emprendre les reformes necessàries per sortir de la crisi i mantenir l’Estat del benestar i les polítiques socials.
La prioritat per a la pròxima legislatura és la lluita contra la crisi. Caldrà seguir ajudant les nostres empreses per millorar la seva competitivitat, la seva capacitat d’innovació i la seva internacionalització. Caldrà seguir desenvolupant una gestió rigorosa de les finances públiques i la millora de l’eficiència i l’eficàcia de l’administració. Caldrà seguir desenvolupant polítiques socials que assegurin la igualtat d’oportunitats i l’existència d’una xarxa de solidaritat per a les persones i les famílies en dificultats.
No podem resignar-nos davant la realitat de molts joves en atur, amb pocs estudis i cap esperança. Per això hem mobilitzat i mobilitzarem importants recursos: beques-salari, microcrèdits i bonificacions a les empreses que els contractin. Tampoc no hem de resignar-nos davant la necessitat d’impulsar el reciclatge professional de molts treballadors en atur, especialment en el sector de la construcció. Nosaltres no ens resignem davant la crisi. Sabem que haurem de fer sacrificis i reformes, però estic convençut que ens en sortirem i que convé que la sortida de la crisi la impulsem els progressistes.
Aquests dies hem vist a tot arreu les propostes de la dreta. Les hem vist al Regne Unit amb el pla de David Cameron que Mariano Rajoy vol imitar i que Artur Mas fa temps que predica. Es tracta de retallar despeses socials, de reduir l’administració i de renunciar a millorar les infraestructures i els serveis públics. Artur Mas i els seus ja han dit que hi ha hospitals que no haurien fet, tampoc l’aeroport de Lleida. Han dit que promouran la gestió privada dels serveis públics i que volen reduir l’Administració en un 20% o un 25%. Encara no diuen quants mestres, mossos i metges volen acomiadar. Això ho diran, com David Cameron, si arriben al Govern, no abans.
El risc d’una victòria de CiU és doble. Per una banda, suposaria fer passes enrere en les polítiques socials. I per l’altra, suposaria una gran incertesa sobre les nostres relacions amb la resta d’Espanya. Artur Mas diu que votaria sí a la independència però que ara no és el moment. No descarta pactar amb els que proposen el concert econòmic i el referèndum independentista, però tampoc no descarta pactar amb el PP que ha recorregut el nostre Estatut i que posa tota mena d’obstacles a la llengua catalana. ¿Podem refiar-nos d’algú a qui tant li fa pactar amb Esquerra Republicana com amb el PP? ¿O d’algú que quan és requerit a donar explicacions davant de la justícia per presumptes irregularitats comeses pel seu partit es dedica a acusar la Fiscalia d’haver entrat en campanya? Jo crec que no.
Totes les enquestes ens diuen que la participació en les eleccions del 28 de novembre serà molt baixa. Hi ha qui pronostica que no votarà ni la meitat de l’electorat. Espero que no sigui així, el futur de Catalunya requereix la participació i el compromís de tothom. Jo espero contribuir a mobilitzar una majoria de catalans i catalanes en defensa de l’autogovern, en defensa de les polítiques socials i per una sortida progressista de la crisi. Per garantir el millor futur per a les famílies de Catalunya.
Declaració del president Montilla sobre el cas Palau
DECLARACIÓ DEL PRESIDENT MONTILLA (3.11.10)
Ahir vam conèixer la decisió de la Fiscalia de demanar al jutge Solaz que imputi els senyors Colom i Osácar en una peça separada del cas Palau de la Música.
No cal subratllar que es tracta d’un fet d’una enorme transcendència.
Quan la Comissió d’Investigació creada pel Parlament de Catalunya va abordar el cas Palau, els responsables de CDC amb Artur Mas al capdavant van afirmar que el “Daniel” mencionat en el sumari no era Daniel Osácar, home de confiança d’Artur Mas i responsable de finances de CDC.
Segons la Fiscalía això no és cert.
Avui Artur Mas en comptes de donar cap mena d’explicació i com a única resposta a l’actuació de la Fiscalia es limita a dir que la Fiscalia ha entrat en campanya.
És una afirmació del tot irresponsable venint del màxim dirigent de CDC.
Els partits democràtics hem de respectar les institucions i els procediments democràtics.
En defensa de l’honorabilitat de la política i per evitar que el procés electoral es vegi distorsionat per aquest procediment judicial, és absolutament necessari que Convergència es mantingui en la línia de respectar les institucions, la independència de la justícia i la lliure actuació de la fiscalia.
D’altra banda, no és concebible iniciar una campanya electoral amb una ombra de dubte tan gran pel que fa al finançament de la fundació d’un dels principals partits catalans.
La ciutadania espera de tots un capteniment rigorós i responsable. I que la campanya electoral no es vegi alterada per un debat com aquest. Jo no ho desitjo.
Per això demano solemnement a Artur Mas que parli clar als catalans. Que doni la seva paraula d’honor que ni CDC ni la seva Fundació s’han finançat irregularment, que no hi ha cap mena de relació entre l’adjudicació d’obra pública a una empresa i donatius al Palau de la Música que arribaven d’una o altra forma a la Fundació de CDC o als seus successius responsables de finances.
Crec en l’honorabilitat d’Artur Mas i crec que els catalans confiaran amb la seva paraula. Tant si és per dir que no hi ha res de res com per acceptar que potser s’ha comès alguna irregularitat.
Tot menys el silenci. Tot menys menystenir el paper de la justícia i de la fiscalia en aquest afer.
Li demano a Artur Mas un gest de sinceritat i de responsabilitat que la ciutadania, ben segur, sabrà reconèixer.
Míting llampec
Avui fa una estona el president Montilla ha inaugurat una sèrie de mítings-llampec que consisteixen en un contacte directe amb la ciutadania sense protocol ni escenari rígid. El candidat parla en directe amb la ciutadania en un format proper i amable, amb un missatge breu, clar i contundent. Es tracta de convèncer, mobilitzar i promoure la participació. Vegeu la foto d’aquesta primera experiència que ha tingut lloc a prop del mercat de Sant Ildefons a Cornellà, cortesia d’Aurora Rosa via facebook. Endavant, president!
El balanç del president Montilla
Ahir, en un acte celebrat al Palau de la Generalitat, el president Montilla ha fet balanç de la legislatura i ha signat el decret de convocatòria de les eleccions al Parlament de Catalunya que tindran lloc el proper 28 de novembre. Podeu veure una ressenya i imatges de l’acte al web de la Generalitat i descarregar-vos l’important discurs del president Montilla.
Balanç de la gestió del govern
Avui el Conseller Nadal ha presentat en roda de premsa el document de balanç de la gestió del govern de la Generalitat presidit per José Montilla. Les dades són eloqüents: el Govern ha contractat cada dia del seu mandat 5 mestres, 3 mossos d’esquadra i 2 metges. El govern ha construït en 4 anys més de 1.000 equipaments, 5 equipaments per setmana. Ha construït 410 escoles, 288 escoles bressol, 123 centres de salut, 77 biblioteques, 14 parcs de bombers, 8 hospitals, 90 quilòmetres d’autovia i 212 quilòmetres de camins rurals, entre d’altres actuacions. El govern ha construït dues escoles per setmana, un centre d’assistència primària cada quinze dies i una estació de metro cada tres mesos. En tres enllaços hi trobareu tota la informació disponible sobre la gestió del govern de Catalunya en el període 2007-2010:
– Compliment del Pla de Govern 2007-2010. Tots els documents amb el balanç del Govern presentat avui.
– Construïm Catalunya. Totes les actuacions del Govern de la Generalitat per sectors i territoris.
– Vídeo sobre el compliment del Pla de Govern 2007-2010.
L’itinerari personal del president Montilla
Conferència del president de la Generalitat
D’un temps, d’un país. Un itinerari personal
Molt bona tarda a tothom.
I moltes gràcies a la Fundació Romea per haver-me convidat a l’inici de la temporada, que normalment acostuma a aplegar un conjunt de reflexions al voltant del teatre i l’art dramàtic i, en un sentit més ampli, a la cultura en general.
Els haig de confessar, d’entrada, que necessito que sigui en aquest sentit més ampli de la cultura que prenguin les meves paraules d’avui, perquè la meva relació amb el teatre no passa de ser la d’un discret aficionat que, per raons diverses, no ha pogut conrear la seva discreta afició tant com hauria volgut.
Per descomptat que si algú espera de mi una dissertació especial o especialitzada com s’ha pogut sentir en tantes ocasions anteriors en aquesta sala, quedarà decebut. Ja els ho avanço d’entrada.
De fet, em temo que corro el risc que quedin decebuts fins i tot els qui ni tan sols esperen aquesta dissertació especialitzada. Procuraré, en qualsevol cas, que els meus papers no es converteixin en una llauna. Almenys que no s’hi converteixin durant gaire estona.
Abans de res vull deixar constància del meu agraïment personal a Daniel Martínez i a Carles Canut per l’interès que l’un i l’altre han manifestat perquè parlés, avui, davant de vostès.
Els avanço que al final sí que faré una referència al món teatral de casa nostra i de l’art dramàtic en general.
Però ja d’entrada els avanço que, malgrat ser un aficionat discret, sempre m’ha fascinat el teatre. M’ha fascinat, sobretot, la capacitat de representar una realitat que sovint se’ns escapa.
És a través del teatre que, molt sovint, comprenem de manera més profunda un fet històric o social. El teatre sublima les històries humanes per construir un relat que ens entra a través dels sentits.
La realitat dramatitzada ens submergeix en les nostres passions i misèries, ens transporta a d’altres móns on descobrim plasticitats i fàbules imaginades; i ens fa oblidar aquest món durant uns instants.
És precisament en el teatre, que neix el concepte de “persona” que com la gent de teatre sabeu, era aquella màscara que utilitzaven els actors a la antiguitat per representar els diversos personatges i fer ressonar la seva veu.
Fent l’analogia fàcil amb la política, podríem afirmar que tots dos gremis -teatre i política-, en el fons tracten sobre la mateixa matèria primera, que són les persones.
La política és també una representació de la realitat i requereix un relat que doni forma i ens expliqui els perquès socials econòmics i les relacions entre persones, comunitats i pobles.
Dit això, es preguntava Arthur Miller a “La política i l’art d’actuar” si és bo que els polítics dominin les arts del teatre i, cito textualment, deia Miller “crec que quan es viu envoltat d’aquesta massa agitada de representacions teatrals volgudament falsejades, resultat cada vegada més difícil per a moltíssim gent identificar la realitat”. “És veritat –continua dient– que vivim un era d’entreteniment, de diversió, però, és bo que la nostra política, si més no, sigui governada tan profundament per les arts del teatre, des de la tragèdia, fins el vodevil i la farsa no puc oblidar de preguntar-me si la implacable dieta quotidiana d’emocions artificials, teatrals, i d’idees en una llauna de conserva no està pressionant subtilment els nostres cervells perquè confonguin fantasia i realitat”.
Jo sóc dels que crec que la política segurament ha d’il.lusionar, però no és una il.lusió; ha de respondre i encarar la realitat; ha de ser divertida, però no és diversió; no ha de confondre la fantasia amb la realitat; no pot ser un teatre, però també hauria de ser també més art i creació, segurament art compromès i creació col.lectiva.
Avui doncs, vinc al teatre a representar una mica el paper que desenvolupaven els cors en les tragèdies gregues.
La meva intenció és fer de narrador d’una història passada, però sense que això serveixi d’un presagi pel futur. Tampoc formularé preguntes als déus.
Encara que sí que espero fer-los reflexionar un moment al voltant d’un fragment del nostre passat més immediat i d’unes generacions que la vam viure i en vam ser protagonistes. Comencem.
Un dels tòpics literaris més coneguts i cultivats, des d’Homer i la seva Odissea, i immortalitzat -entre altres- per Kavafis, ens diu que, en el viatge, és molt més important el trajecte que la destinació final.
A partir d’aquesta premissa, m’agradaria, aquest vespre, provar de transmetre’ls – insisteixo: segurament que de forma maldestra i fragmentada- alguns flaixos del relat d’un viatge que vaig viure en primera persona.
El viatge d’un adolescent, acabat d’arribar a Catalunya, provinent d’Andalusia, a principis dels anys setanta. No el viatge que em porta del meu poble fins al Poblenou, o fins a Sant Joan Despí, després. Sinó el que comença quan arribo i aproximadament els deu anys següents.
Uns anys i unes experiències que van anar modelant aquell adolescent, i formant-lo com a persona, com a ciutadà i com a catalanista.
El que els intentaré traslladar són imatges d’un temps i d’un país que -com cantava en Raimon- a poc a poc vaig anar fent meu. D’una persona que no ha renunciat, ni ho farà mai al seu origen andalús, de la mateixa manera que, aquesta persona no està disposada tampoc a acceptar que ningú posi en dubte la seva catalanitat, conscientment triada i volguda, ni el seu compromís amb el catalanisme, militant i compromès.
Crec que aquest viatge, sempre inacabat, pot tenir el seu poc o molt interès. No per com jo l’expliqui; no pel meu cas particular, sinó pel que té de normalitat, de veracitat, d’experiència compartida, segur amb molta més gent.
De manera que el meu propòsit és oferir-los un retrat personal, però sobretot podria dir generacional.
Pretenc sostenir que, qui avui els parla, va beure de fonts semblants a les de tants altres milers de catalans de la seva generació i va anar edificant la seva formació cívica amb els còdols d’un mateix al.luvió cultural. I que, més o menys ben aprofitats, més o menys reeixits, els materials amb què vam edificar-nos personalment i generacionalment són molt semblants.
La referència a la cançó de Raimon, tantes vegades escolada, cantada i aplaudida en aquells anys, em serveix per estructurar el relat i fer encaixar les peces del gran trencaclosques polític, social, cívic i cultural dels anys finals del franquisme i de la transició.
Tot plegat em permet resseguir, en clau personal, l’itinerari de la formació d’una consciència i uns valors a la Catalunya de la dècada dels anys setanta. En termes de la meva pròpia biografia, són els anys que van de la meva arribada a Catalunya i la constitució dels primers ajuntaments democràtics, la primavera de 1979.
Són els anys en els que veiem com aquell adolescent, com tants altres, a partir de l’any 1971, entra en contacte amb un país, amb una cultura i amb una determinada realitat sociocultural… i rep unes influències que el porten, com a tanta altra gent, a prendre un compromís polític i a participar com a ciutadà actiu i activista a la vegada.
D’aquí em ve, insisteixo, afirmar que sóc català per elecció, i catalanista per convicció.
L’experiència humana no s’explica sense les migracions. El fet migratori dóna forma als processos històrics i en determina la seva evolució. El nostre país, Catalunya, no és una excepció en aquest sentit.
No ho va ser en les successives onades migratòries més o menys llunyanes en el passat. I no ho és, tampoc, en aquest començament del segle XXI.
Sempre dic que, simplement, s’ha produït un canvi d’escala. Física i cultural. I també religiosa, especialment ara.
L’aventura que van viure les famílies de la Catalunya interior, que, fa dos cents cinquanta anys, la pobresa empenyia a emigrar del camp a la ciutat de Barcelona o a les planes fèrtils del litoral, no era pas menys arriscada que l’aventura que visqueren desenes de milers de famílies les primeres dècades del segle XX provinents d’altres territoris d’Espanya.
O que la dels centenars de milers que d’Andalusia vinguérem les primeres dècades de la segona meitat del segle passat.
I aquesta aventura no va ser menor, proporcionalment, a la que estan vivint el més d’un milió d’immigrants extracomunitaris que en el tombant del XX al XXI han vingut a Catalunya buscant feina, llibertat i futur per a ells i pels seus fills.
No dic que sigui el mateix. Perquè no ho és. Però dic que l’aventura personal, l’odissea d’un viatge ple d’interrogants i incerteses, per anar a trobar un futur possible, sí que és semblant en uns casos i altres.
L’immigrant però no és un paper en blanc. Tot i que rere l’impuls migratori hi ha majoritàriament una raó socioeconòmica, no és una raó exclusiva.
Qui decideix, per voluntat o per força, deixar enrere la seva terra, el lloc on ha nascut, el primer indret on ha dit “casa meva”, s’emporta amb ell uns somnis, unes aspiracions, un anhel d’un futur millor i unes arrels que aspira a trasplantar, convençut que les seves arrels en una nova terra donaran fruits nous i millors.
Transporta la seva pròpia motxilla, el bagatge del que ha viscut, bo i dolent, però es disposa a emprendre un nou camí per transformar-lo, aquest bagatge. No pretén tancar el bagul de les vivències anteriors i obrir-ne un de nou, no contaminat i perfectament separat de l’anterior. Això no és possible. I ningú no ho vol.
Com diu Ludger Mees (un ciutadà basc d’origen alemany) “cap individu neix en el buit. Sempre neix i se socialitza en un context històric de llarga durada. És la relació amb aquest context, la interacció crítica que hi estableix, com l’assumeix i, a vegades, el desig de canviar-lo el que ens converteix en ciutadans”.
Catalunya era, a finals dels seixanta, el lloc on hi havia feina. On hi havia possibilitat de prosperar. No diré que penséssim que això fos “Eldorado” (aleshores encara no sabia que alguns irònicament deien que aquí es lligaven els gossos amb llonganisses), però sí que sabia, positivament, que aquesta era una terra més desenvolupada, més moderna; la més oberta i avançada d’Espanya.
També era on existia una major mobilització, on “passaven” coses. Les informacions sobre la major consciència social i política m’arribaven, o bé a través dels familiars ja instal.lats, o bé a través dels comentaris que recordo que em feia el meu pare, que era un oient habitual i clandestí de la BBC i la Pirenaica.
De manera que per a molta gent, emigrar representava una esperança de millora econòmica, però també d’alliberament respecte del control dels vencedors sobre els vençuts d’aquella Espanya.
Com es poden imaginar, personalment no he tingut mai el més mínim dubte de ser fill d’una família humil del bàndol dels vençuts a la Guerra Civil. Dels vençuts, políticament, econòmicament i moralment.
Però, per a sorpresa del Règim, a les grans àrees urbanes i també a les petites ciutats i a molts pobles de Catalunya, immigrants i catalans, molt aviat i de la manera més natural i espontània, van identificar la Dictadura com l’enemic comú i el causant proper o remot de la manca de llibertats.
Vençuts socials i vençuts culturals, per dir-ho d’alguna manera, es van trobar lluitant de costat contra el mateix enemic. I al seu costat van començar a afegir-s’hi, també, els fills de molts dels vencedors.
Aquest fenomen es va produir de la mateixa manera que, anys més tard s’identificaria el projecte de futur a compartir en el lema “llibertat, amnistia i estatut d’autonomia” impulsat des de l’Assemblea de Catalunya.
Molt aviat, uns i altres, autòctons i nouvinguts, vells catalans i els altres catalans, vam comprendre que l’autonomia era l’objectiu que ho simbolitzava tot: la llibertat, la catalanitat, i les eines per transformar la societat.
Aquella era la fórmula que millor simbolitzava l’esperança d’un futur millor per a nosaltres i per als nostres fills… Aquells tres mots, escrits, dits o cridats eren la raó última de la majoria de gestos, accions o militàncies.
Les principals etapes migratòries que ha viscut Catalunya els darrers cent anys, probablement per atzar -o tal vegada no tan casualment-, han anat seguides de períodes de reivindicació de l’autogovern. Períodes en els que els respectius Estatuts d’Autonomia, han comptat amb el suport dels nous catalans.
Així havia passat el 1932, amb el compromís cívic de molts dels nous catalans arribats aquí durant l’onada migratòria dels anys 20. Així tornaria a passar, durant la transició i amb l’Estatut del 1979 amb l’onada dels 60 i 70, així ha passat novament (està passant en aquests moments, podríem dir) a principis del segle XXI.
En això, la meva història no és diferent a la de tants “altres catalans” arribats d’arreu d’Espanya, molt especialment del sud.
A Catalunya, a casa meva hi teníem familiars disposats a rebre’ns i un conegut (del mateix poble on havia nascut) disposat a vendre’ns un pis. I així va ser com vam aterrar aquí, els meus pares, els meus dos germans i jo.
El primer senyal que vaig percebre de la singularitat catalana em va impactar, com qui diu, abans de baixar de l’autocar que em duia a Barcelona, concretament al Poblenou, una matinada de començaments d’estiu, l’any 71. L’autocar passava per carrers amb fàbriques i blocs de pisos i, de sobte, en una paret, vaig llegir una pintada.
D’alguna manera, aquell va ser el meu primer contacte visual amb la llengua catalana i amb un dels principals símbols de la catalanitat (sigui dit, això, amb permís d’en Carles Canut). Perquè no era cap reivindicació, ni cap eslògan clarament polític, sinó un senzill: “Visca el Barça”.
No sé si podríem establir el paral.lelisme amb el llenguatge futbolístic i afirmar que el catalanisme, en tant que aleshores contaminava el barcelonisme, em va guanyar el primer partit, em va conquerir per a la seva causa “sense baixar de l’autobús”.
Segurament seria exagerat dir-ho així, però alguna cosa devia reaccionar dins meu en veure que es reivindicava un equip de futbol (del que per cert jo coneixia les alineacions millor que no pas ara) i que es reivindicava amb un “Visca!”; amb una afirmació feta en una llengua nova per a mi amb la que, ben aviat i de manera també natural, m’aniria familiaritzant.
Per mi, per a aquell noi nascut el gener de 1955 a El Remolino, una pedania del municipi d’Iznájar, a Córdova, formada per unes quaranta cases, tot allò suposava un extraordinari eixamplament d’horitzons, una perspectiva de futurs possibles i engrescadors.
Arribava a una nova vida, amb consciència de la novetat i amb ganes de viure. I amb voluntat d’aprofitar, tant com fos possible, aquella oportunitat que la vida em donava.
Tot i que ben aviat vaig entendre que la sort te l’has de buscar i, en certa manera, també guanyar.
En el naixement del meu compromís polític és imprescindible fer referència a l’entorn més proper. Un és fill dels seus pares. I aquests, conscientment i espontàniament, ens mostren unes determinades actituds, ens transmeten uns determinats valors, una determinada cosmovisió.
Dels compromisos socials i polítics, del capteniment (com diem ara) de la meva família, segur que destacava i pesava el fet que el meu avi patern hagués estat oficial de carrabiners durant la Guerra Civil, i el seu germà, militar republicà, va ser desterrat a Burgos. Des de ben petits, a casa, havíem crescut respirant i seguint l’exemple dels pares, que professaven uns ideals i demostraven una sensibilitat determinada.
Conservo un molt bon record de l’actitud del meu pare en relació amb tot el procés de construcció de l’embassament que va acabar cobrint el poble, entre ells la casa on jo havia nascut. El pare va acabar essent un referent per a molt veïns, sobretot pel seu profund sentit de la justícia.
Tot plegat va tenir influència en el naixement de la meva consciència i del meu compromís. Estic segur que el pare aprovava la meva progressiva (ja vivint a Catalunya) implicació en l’ambient social de Les Planes, a Sant Joan Despí i de Cornellà, on anava a l’Institut. Aprovava que entrés en contacte amb el moviment polític clandestí i compromès.
Mai li vaig haver de demanar permís per ficar-me en política, també és cert. Tot i que en alguna ocasió em reprenia si considerava que m’embolicava o em comprometia massa, especialment portant massa papers a casa.
Amb 16 anys, com molts joves de la meva època i com la majoria dels joves de les “classes subalternes” que cantava en Raimon, vaig combinar el batxillerat nocturn a l’Institut de Cornellà amb la feina diürna.
Em vaig convertir, en paraules d’avui, en un “currante”. Un currante a qui la immersió en el món del treball i la relació amb els companys d’estudi, em van fer ser cada cop més conscient de la realitat del país en el qual vivia.
Aquell ambient era el caldo de cultiu propici per al compromís. De les mancances a les aules, de les carències als barris i de la falta de llibertats en fèiem les nostres causes de lluita.
Aquella situació, arreu de Catalunya, combinada amb la prohibició -encara que ja força més relaxada- dels elements identificadors de la llengua i la cultura popular, es feia cada cop més difícilment sostenible.
El franquisme havia envellit amb Franco. Però no tot. Com recollia un dels acudits de El Perich a “Noticias del Quinto Canal”: “Aunque el país había entrado en el futuro, un importante número de personalidades políticas no“.
El futur era, encara, incert. Però hi havia tota una generació que no havia patit la guerra sinó que havia nascut als quaranta i als cinquanta, ansiosa per agafar el relleu a tots els nivells.
La meva implicació política comença, més seriosament, l’any 72, quan ingresso en un grup d’extrema esquerra clandestí que es deia PCE(i). Dins la sopa de sigles de l’època no era el més radical, i m’hi acabo afegint, com sempre passava en aquests casos, a través d’un amic amb el qui travo relació i m’introdueix.
Aleshores ho vivíem intensament tot. Però no érem gaires. Per això una de les nostres tasques era fer proselitisme, captar gent als barris. Cosa que vam fer, arribant fins i tot a muntar una certa organització, amb reunions clandestines sobretot a la parròquia de Sant Ramon de Collblanc i a casa d’aquest amic, que vivia al Guinardó.
Com en la majoria dels grups d’aquella època, en el meu era essencial una intensa activitat doctrinal. Llegir era essencial. Llegir molt i “predicar” molt. Tant les ‘bíblies’ de Mao, Engels i Marx, com tots aquells llibres que circulaven, autoritzats o prohibits. Poulantzas, Althousser.
La censura era ben present a la nostra quotidianitat. La vèiem amb ironia i un punt d’escepticisme, també. Recordo una vinyeta d’aquells anys en què, sobre un fons farcit de llibres, revistes i rotllos de pel.lícula penjaven unes grans tisores. I aquella mena de “tisora mare” tenia als seus peus unes petites tisores a les quals alliçonava dient-li: “filla meva, algun dia tot això serà teu”.
Era una censura tan directa com indirecta, tan imposada con autoimposada també. De vegades es feia present directament a través de la prohibició d’un llibre, d’una cançó, d’una revista, d’una pel.lícula o d’una obra de teatre. En altres moments es limitava a mutilar, manipular o tergiversar el sentit del seu contingut.
Anys després José María Valverde, escriuria que la censura més hàbil és precisament aquella que no prohibeix del tot, “sino que elimina lo más peligroso para que el resto se organice por sí solo de forma más inocua. Continuava dient Valverde ” (…) las más eficaces luchas de pensamiento conservador no se hacen frente a frente, idea a idea, sino de modo indirecto, en sutiles lavados de cerebro, que no guillotinan cabezas sino que cercenan lo pensable“.
En aquells temps, la majoria de llibres i papers passaven d’unes mans a les altres.
L’esperit era més cooperatiu. Tant per l’escassetat de diners, com per l’escassetat d’oportunitats, com per una voluntat superior de compartir, els llibres es deixaven molt, n’hi havia menys que ara.
Les diverses lectures tenien com a denominador comú la recerca àvida del coneixement. Vistos amb ulls d’avui, molts d’aquells papers -obtusos, foscos, escolàstics…- poden semblar tot el contrari de la llum del coneixement.
En aquella edat llegíem amb més passió que capacitat de comprensió crítica. Però qualsevol espai vedat per la dictadura era una temptació irresistible, i entrar-hi en contacte, una conquesta.
Llegíem des dels clàssics del marxisme, a llibres d’història d’autors políticament compromesos fora d’aquí, o dels narradors i poetes de la generació del 27 fins a les darreres novetats literàries. Molts d’aquests llibres venien de l’altra banda de la frontera o de l’altra banda de l’Atlàntic, d’Amèrica Llatina.
En aquesta educació feta a pedaços i d’una forma força irregular i anàrquica, hi juguen un paper cabdal les revistes més o menys tolerades pels darrers cinc anys del franquisme, pel govern d’Arias Navarro i pels primers governs d’Adolfo Suárez.
L’agitació política tenia un reflex directe en la quantitat i qualitat dels magazines que aleshores van començar a inundar els quioscos.
En plena revolució digital i en un moment de crisi profunda dels mitjans escrits, tot i que costa molt d’explicar als qui no ho van viure, als que sí que ho vam viure ens costa molt poc recordar la importància de capçaleres com Triunfo, Cuadernos para el diálogo o Ajoblanco; o la repercussió de les satíriques Por Favor, Hermano Lobo o La Codorniz.
Personalment vaig ser un lector fidel d’algunes d’elles, a més de Cambio16, Transición, d’El viejo topo. De fet, la col.lecció pràcticament sencera d’algunes capçaleres d’aquells anys va acompanyar-me, fins fa no massa, en les diferents mudances de pis.
La creixent facilitat que els avenços tecnològics ens donen per accedir a la memòria gràfica i textual d’aquells anys, em devia empènyer -a mi com a molts, segur- a desprendre’m d’uns papers que, guardats a casa, eren més importants pel seu valor sentimental que no pas per la seva funcionalitat.
Els setanta van ser anys de molt de ciclostil o vietnamita, i moltes octavetes; de reunions fetes fins a altes hores de la nit, de llibres llegits furtivament, passats mig de contraban a les rebotigues o en expedicions a l’estranger.
Els qui teníem oportunitat i facilitat aprofitàvem els caps de setmana per creuar a Bourg-Madame o a Perpinyà, a la recerca, no sé si del temps perdut, però sí d’unes pàgines que ens feien sentir momentàniament la il.lusió de la llibertat oprimida. Tot el que fèiem era susceptible o sospitós de prendre una dimensió política i reivindicativa. Tot tenia una èpica molt particular.
Amb aquesta intenció, i amb l’únic precedent d’una d’aquelles escapades muntanyenques per trepitjar França, l’estiu de 1974 marxàvem amb uns amics, cap a Portugal. Volíem tastar, també nosaltres, la Revolució dels Clavells, encara que només fos com a turistes.
Recordo que vàrem anar a parar en un càmping prop de Lisboa, on hi vàrem trobar a un bon grapat de catalans. Allà, a banda de fer el que em podríem dir turisme -més o menys- revolucionari, carregaríem motxilles amb vivències i algun llibres per passarlos cap a casa nostra. I veure, recordo, la mitificada El último tango en París, que tants catalans havien anat a veure cap al nord, a Perpinyà, i que aquest grups d’amics la vam veure a Lisboa en portuguès.
El viatge a Portugal serà el primer però no l’últim dels viatges d’estiu, fet amb interessos diversos, dels quals el polític era força preferent.
El 1975 vaig ser viatger d’interrail. Vam recórrer en tren la Itàlia commocionada per les Brigades Roges i la Grècia que un any abans havia posat fi a la dictadura dels coronels. També Iugoslàvia i Turquia.
Després del parèntesi de la mili vindria un viatge en cotxe per les democràcies escandinaves. I més enllà dels setantes (dècada a la que he procurat cenyir-me en aquesta intervenció) vindrien molts altres països i, sobretot, Àfrica. Àfrica és el continent que més m’ha seduït; i pel qual sento una atracció, que he pogut satisfer en algunes ocasions, no moltes, per descomptat de manera incompleta i que reservo per al dia que les meves condicions personals i familiars m’ho permetin de nou.
Retornem als setanta i a l’etapa del compromís creixent amb les lluites del barri, la ciutat i el país: Les primeres reivindicacions adolescents acostumaven a ser molt concretes i directament relacionades amb l’Institut. Recordo que l’edifici on fèiem classe estava sense acabar; li faltava l’última planta i això feia que hi hagués goteres. Una bona raó per protestar.
Després van venir altres mobilitzacions contra l’aplicació de la llei general d’Educació, del Villar Palasí, aprovada l’any 70. De forma natural, vam derivar cap a les qüestions polítiques, socials i nacionals. L’Institut de Cornellà va ser, en aquest sentit, triple escola, o escola integral: ens donava una formació cultural bàsica, ens empenyia a adquirir consciència cívica i era camí d’entrada a la lluita política.
En el nostre cas, a més, hi va influir molt la proximitat urbana de la fàbrica de la Siemens i de l’ELSA. Estàvem, com qui diu, porta per porta. Ens vam solidaritzar amb la lluita de la tèrmica del Besòs al 73 i amb la vaga de juliol de 1974. I l’any 75, durant la vaga de Laforsa, la llarga vaga, fins i tot convidaria al seu líder a una assemblea a l’Institut.
Érem solidaris amb totes aquelles causes que sentíem properes, i gairebé sempre érem els mateixos a manifestar-nos, això sí. A Cornellà, tot just arribàvem al centenar, excepte per les grans vagues generals del Baix Llobregat. Ser del Baix, aleshores – si em permeten la llicència- significava tenir un pedigrí una mica especial. Probablement per una simple qüestió de massa crítica (i no vull pas treure mèrit a una generació de gent de pedra picada).
Perquè al Baix hi havia una gran concentració de població immigrada, de massa obrera, de nuclis industrials,… I perquè els suburbis estaven començant a lluitar a consciència per deixar de ser el pati de darrere de la capital. On la gran ciutat perdia el seu nom nosaltres començàvem a reivindicar el respecte per la nostra dignitat i el nostre dret a una vida digna.
A principis del 75 vaig ingressar al PSUC, aleshores també en plena clandestinitat. El canvi va venir justificat per coses que no venen al cas, per coses d’aquell moment. A Cornellà el traspàs de gent cap al PSUC va ser força massiu; bàsicament de gent jove, entre els quals hi havia alguns dels ‘soferts’ adolescents a qui jo anava a explicar marxisme, en el meu personal cupo de proselitisme. Un d’ells que era alumne de diürn és avui l’actual alcalde de Cornellà.
Poc després, aquest vincle forçosament clandestí amb la lluita antifranquista queda en suspens, ja que a principis de 1976, com he dit, marxo a fer el servei militar fins juny de 1977.
Els primers temps de la monarquia van ser d’una gran intensitat. Però, per entendre’ns, em van agafar vestit de caqui en una caserna d’artilleria a Paterna. Les visites puntuals, fos en tren, en autoestop, en cotxe, deixaven poc marge i, de vegades, fins i tot esdevenien perilloses, com quan vam cremar el motor del cotxe amb un amic a Sagunt per anar massa de pressa. Perquè no arribàvem a l’hora a la caserna.
En un sentit realment etimològic, el compromís amb la “POLIS” ho impregnava tot. No era només una cosa partidària. Recuperar les llibertats volia dir que des de l’associacionisme veïnal fins l’activisme cultural, tot prenia una dimensió especial.
Sensibilitzats com estàvem i malgrat la diversitat de sensibilitats, intentàvem crear, a tot arreu, espais per a aquesta llibertat que volíem conquerir. També a les diferents entitats dels nostres barris i ciutats.
L’èxit no ens acompanyava pas sempre. Recordo, per exemple, com un grup dels dits ‘progres’ (aleshores, com ara, hi havia una tendència a la brotxa grossa, ja m’entenen). Un grup de joves, dic, vam intentar canviar la junta del Foment Cultural i Artístic de Sant Joan Despí. No ens en vam sortir.
Més èxit van tenir, a nivell local, les accions del Congrés de Cultura Catalana en el qual també vaig participar. El 21 de desembre de 1975 aconseguíem aplegar més de 4.000 persones al Parc de les Aigües de Cornellà. Una altra mostra que catalanisme, llibertats i democràcia eren peces d’un mateix engranatge de consciència i mobilització.
El vincle entre llibertats polítiques i nacionals era inqüestionable. I la perifèria barcelonina tenia plenament assumida la reivindicació nacional. Tant com qualsevol altre punt de la geografia catalana.
Com diu Carlos Barral a les seves memòries, “en aquel período, eran primordiales las reivindicaciones nacionales (…) formaban parte de todos los discursos políticos y de la discusión general y popular.”
Però l’adscripció dels altres catalans no era acrítica sinó enriquidora, perquè aportaven i oferien el seu propi bagatge, i perquè s’hi vinculava també la reivindicació política i social.
I, com ja he dit, el coneixement, l’aprenentatge i l’ús social de la llengua catalana formaven part d’aquella reivindicació.
En el meu cas, més enllà d’aquella pintada barcelonina i barcelonista que havia descobert un matí d’estiu del 71 en una paret del Poblenou, el meu contacte amb la llengua també havia anat evolucionant i creixent.
Sense possibilitat d’estudiar-lo a l’Institut, va ser a la feina i al carrer on, primer de forma passiva i posteriorment de forma més activa, vaig anar fent meva la llengua pròpia del país que m’acollia.
Aleshores a Catalunya sí que hi havia una llengua perseguida oficialment. Però que resistia intel.lectualment i popularment. Que s’encomanava i s’aprenia per una contaminació natural, lògica i feliç.
Per a la immensa majoria de la meva generació, de la meva procedència i de la meva condició, aprendre el català va ser un element d’integració social a la catalanitat i al catalanisme.
I el nostre període d’aquells anys fa del tot incomprensibles -quan no irritants- les campanyes obscenes i demagògiques que els darrers anys s’han posat en marxa contra la llengua catalana. No vull pas, ara, insistir en una qüestió que prou i massa que n’he hagut de parlar.
En el pas d’entendre a llegir i parlar, hi va jugar un paper important una dona amb qui anys després em vaig casar, la Maite (que fa tot just poques setmanes ens va deixar, derrotada pel càncer).
Ella era de família lleidatana, va fer Magisteri i després es va llicenciar en Filologia. Em va acompanyar en aquest trajecte. Gràcies a ella, vaig conèixer en aquells anys l’obra de poetes com Foix, Estellés o Salvador Espriu. Vaig començar a llegir Terenci Moix, Teresa Pàmies o Víctor Mora.
I vaig assaborir veritables clàssics de la prosa catalana com El quadern gris de Josep Pla, i els primers best-sellers autòctons com El mecanoscrit del segon origen, de Pedrolo.
A finals del setanta, per sort i gràcies a la voluntat de ser, dels vells i els nous catalans, la llengua avançava cap a una progressiva normalització. Cap a una progressiva i il.lusionada normalitat.
La mateixa progressiva normalitat amb què jo demanava a la meva sogra lleidatana, recordo, que no canviés de llengua quan em parlava. Evidentment, si em parlava en castellà no l’entenia. O la il.lusió amb què la dona amb qui més tard em casaria al 79 es feia accionista de l’AVUI, quan apareixia el dia de Sant Jordi de 1976.
En aquesta normalització de la llengua i dels seus referents, la Nova Cançó hi va jugar un paper cabdal.
Tot i que sovint només s’ha volgut destacar l’aspecte reivindicatiu de part del seu repertori, seria reduccionista oblidar la seva rellevància a l’hora de divulgar la poesia feta en català, de crear un imaginari col.lectiu i de mostrar la vigència de la llengua amb què parlo i que procuro millorar cada dia una mica més.
L’excepcionalitat històrica d’aquells anys feia de cada concert un esdeveniment, molts de vostès segur que ho van viure també, que transcendia el fet musical. Tant si es tractava del Canet Rock o el concert de Raimon a la UAB, pels que hi van ser, allò eren sobretot espais de llibertat.
Fins i tot, recitals menys simbòlics. Recordo el concert de Maria del Mar Bonet a Cornellà, l’estiu de 1975, els temps de la vaga de la força, pocs mesos abans del traspàs del dictador, prenia també una dimensió especial, trencant la suposada dicotomia entre la perifèria immigrant i la Catalunya autòctona.
Insisteixo: l’agitació política al Baix Llobregat no es limitava a les reivindicacions sindicals, sinó que s’impregnava de les mateixes inquietuds polítiques i culturals que podien trobar-se a la resta del país. Per exemple: a Cornellà mateix, van arribar a funcionar de forma irregular fins a tres cinefòrums: al Patronat Cultural Recreatiu, a l’Orfeó Catalònia i al Casino de Sant Ildefons (entitat desapareguda fa anys). Com també funcionaven grups de teatre amateur, especialment al Patronat i a l’Orfeó Catalònia.
També en aquest camp, coneixement i política es barrejaven. Ho volíem saber tot, ho volíem llegir tot, ho volíem veure tot. Des dels clàssics d’Einsestein fins a l’art i assaig de Bergman.
En aquelles sessions de cine-club militants també es projectaven pel.lícules censurades, marginades, o no estrenades per la censura franquista: Films de Buñuel, de Passolini, de Fassbinder. Encara recordo a Miquel Porter Moix, comentant les campanades a Medianoche del Orson Wells, a Cornellà.
Vèiem també obres dels directors de la Nouvelle vague, com Godard. Un grup que, per cert, la setmana passada va perdre una de les figures clau com Claude Chabrol.
Els setanta van ser anys d’un cinema d’ingesta gairebé obligada, i més o menys digerida. Però també són els anys en què ens arriben obres mestres de Kubrick, Visconti, Coppola, Fellini, Scorsese o Erice.
També el teatre amateur d’aquells anys s’impregnava del doble vessant d’aprendre i interioritzar. De comprensió i aprehensió. Recordo, per exemple, una obra que constituí un notable èxit local a Cornellà on s’exigia la canalització del riu Llobregat a Cornellà, després de les inundacions del 1971. Des del grup de teatre del Patronat Cultural Recreatiu, entre altres, animat pel desaparegut Joaquim Vilà i Folch.
O al grup teatral de l’institut, que va arribar a representar Lisístrata, a la sala Villarroel crec que al 75.
La vida metropolitana no suposava, tampoc, renunciar a viure els ambients de la capital. L’intercanvi entre centre i perifèria va ser freqüent. Ho va ser pels estudis, perquè després del Batxillerat i el COU vaig iniciar Econòmiques i Dret. No en vaig acabar cap.
Ja fos en autobús interurbà, o de paquet en el cotxe d’algun amic, vaig ser espectador freqüent del Cinema Ars del carrer Atenes, del Capsa, de la Sala Villaroel (oberta el 1972), o de la Cúpula Venus.
Fa poc més de dos anys, en l’acte de presentació de la magnífica Memòria Crítica d’Els anys difícils del Teatre Català, de l’amic Gonzalo Pérez de Olaguer, vaig tenir ocasió de rememorar aquells anys, aquells espais i aquelles vivències. Era el febrer del 2008 i quatre mesos després d’aquell homenatge ens deixava.
La cartellera teatral barcelonina d’aquells anys em va fer conèixer els primers espectacles d’Els Joglars, els Comediants o Dagoll Dagom. Peces veritablement populars com El retaule del flautista de Jordi Teixidor, dirigit per Feliu Formosa, representada mesos i mesos al Capsa i després rodada per mitja Catalunya.
També Quejío de la Cuadra de Sevilla, o obres de dramaturgs alemanys com Kaspar Hauser de Peter Handke, dirigida i interpretada per José Luís Gómez. (Per cert: he vist que aquesta temporada torna a Barcelona, al Lliure, amb la impressionant “Fin de Partida” de Beckett).
També El cercle de guix caucasià de Bertolt Brecht. Una obra rebuda com un acte de lluita (de la lluita pacífica i vital en què, en general, s’havia convertit la nostra existència) per la seva crítica contra la injustícia. Em consta que així ho va remarcar, amb un profund coneixement de causa, el meu predecessor -en el càrrec i en aquesta tribuna- l’expresident Pujol.
De fora del nostre país també ens arribaven melodies que, a part del plaer que proporcionaven, suposaven una munició addicional per a la nostra petita lluita reivindicativa de cada dia.
Des de Bob Dylan i el folk reivindicatiu de Joan Baez, a la Nova Trova Cubana de Pablo Milanés i Silvio Rodríguez. De la guitarra de Carlos Santana al deix llatinoamericà de Quilapayún. O Mercedes Sosa a qui el 1974, si no recordo malament, podíem, jo ho vaig fer, escoltar en directe aquí mateix, al Romea.
A ells s’afegien les aportacions de Paco Ibáñez o el cante jondo de Manuel Gerena, el “Raimon andaluz” com li deien. Uns anys abans de venir precisament a Barcelona havia tingut l’oportunitat d’escoltar a Paco de Lucía acompanyant Fosforito. Va ser a Puente Genil on vaig viure del 66 al 71. Hi vaig anar amb un amic meu, que també era cantaor. Jo no.
Com havia passat amb els cantautors catalans, els intèrprets en llengua castellana ens permetien accedir a un patrimoni literari fins aleshores parcialment ocult, Blas de Otero, Machado, Miguel Hernández, Rafael Alberti…
Bé, ocult només parcialment; perquè la meva curiositat havia tingut sort de topar amb un excel.lent professor de literatura castellana a l’Institut de Cornellà. El profesor Escobedo.
Feia anys que havia fet el salt del Capitán Trueno, El Guerrero del antifaz o El pequeño luchador, a un nou univers, el de la Literatura en majúscules, que vivia en aquells moments sota l’impacte del ‘boom’ llatinoamericà.
Sense menystenir a García Márquez, Vargas Llosa, o Cortázar, que també vaig començar a llegir, el professor Escobedo ens insistia en el geni de Jorge Luis Borges. Ens va fer llegir El Aleph. Sempre he pensat que li havia d’agrair haver-me fet entrar al coneixement de les lletres hispàniques provinents d’ultramar per la porta gran.
Després van venir i han seguit moltes altres pàgines d’escriptors llatinoamericans.
Però entrar en aquell univers pels disset contes borgians d’El Aleph constituïa tot un bateig de foc.
A aquelles lectures s’hi afegirien les d’autors catalans en llengua castellana com Marsé, Goytisolo o Vázquez-Montalban, i les lectures dels clàssics grecs i llatins fruit de la meva opció pel batxillerat de lletres.
Aquestes obres incidien directament en els valors i les idees amb què l’adolescent que aleshores era, s’anava transformant en l’adult que avui els parla.
D’aquestes lectures, menciono expressament Autobiografía de Federico Sánchez de Jorge Semprún i La crisis del movimiento comunista, de Fernando Claudín.
La lectura d’aquests dos llibres -de naturalesa i densitat tan diferents- va tenir en mi un efecte profund. Part del que Semprún i Claudín expliquen respecte de la seva sortida del PCE, jo ho havia viscut personalment en dos temps consecutius. Primer, en deixar el PCI per passar al PSUC i, posteriorment, quan vaig abandonar el PSUC i decideixo ingressar al PSC.
Tot i que no vaig sortir oficialment del PSUC fins el 1977, mentalment ja estava fora molt abans. De fet, jo vaig votar la Llei de la Reforma Política de Suárez, del desembre de 1976, deixant de banda les consignes oficials.
Tot i així, encara hi vaig anar, com a delegat al Quart Congrés del PSUC de 1977 a la Fira de Montjuïc. L’oportunitat de conèixer i escoltar de primera mà, al primer congrés a al legalitat, als dirigents em reafirma en una decisió que ja tenia pressa. I aquell mateix octubre em donaria de baixa i, al setembre de 1978, després del congrés d’unificació de juliol, m’afilio al PSC.
Hi ha una frase de l’Autobiografía de Federico Sánchez, que aleshores trobava molt pertinent, quan afirma que el partit era “un instrumento de la lucha revolucionaria, uno entre otros, cuestionable en algunos de sus aspectos, siempre modificable.”
Una afirmació que encara ara trobo del tot encertada, encara que probablement estarem d’acord a canviar “lucha revolucionaria” per “voluntat transformadora” de la societat.
El 1979 em presento per primera vegada a unes eleccions. Vaig formar part de la candidatura del PSC a l’Ajuntament de Sant Joan Despí. Vivia encara a casa dels meus pares, no m’havia emancipat, sent tinent d’alcalde d’Economia i Hisenda. Aquell mateix any em casava i deixava la casa dels meus pares per traslladar-me a la ciutat veïna de Cornellà.
A partir de llavors comença un nou capítol de la meva vida. Però això ja constitueix tota una altra història, que avui no toca.
Aniré acabant.
Com que ho he promès en començar, vull fer-ho amb unes consideracions a l’entorn del teatre. Estem en un teatre i hem parlat molt poc en un teatre. I he començat dient que m’agrada el teatre, però també li deia abans a l’amic Canut que, a mi m’agrada el teatre, però no m’agrada fer comèdia, ni tampoc la tragèdia. Però el que és cert és que m’agrada el teatre però no sé fer teatre.
Aquest no és el lloc ni el moment perquè jo els aboqui xifres, tants per cents d’ocupació, d’impacte econòmic del sector, etc.
El meu propòsit -no sé si reeixit o no- era fer un relat autobiogràfic que servís per descriure aquell paisatge cultural, a l’abast de qualsevol persona amb un mínim d’inquietuds i de curiositat intel.lectual a la Barcelona i la Catalunya dels anys setanta.
Fa un moment feia referència a l’acte d’homenatge a Pérez de Olaguer a la Cúpula Venus, el febrer del 2008.
Aquell dia vaig dir que, durant els últims anys del Franquisme i la Transició, darrere del teatre el que hi batega és la llibertat. Aleshores el Teatre era, i avui segueix essent un dels millors antídots de la grisor. De la grisor mental, emocional, social. De la grisor intel.lectual. De la grisor política, també.
Han passat entre trenta i quaranta anys. O cinquanta, com explicava ara fa pocs dies, en Josep Maria Benet i Jornet, en una lliçó magistral pronunciada a l’Ajuntament de Barcelona, que no vaig poder escoltar, però que sí que he tingut ocasió de llegir aquests dies.
És un exercici molt il.lustratiu, resseguint la cartellera teatral de la ciutat en deu moments, des del 1959 fins avui.
Afirma Benet i Jornet que l’any 75 va ser un any crucial. En molts sentits. També al món de l’escena perquè el “teatre independent” s’estava movent.
S’estava representant “El retaule del Flautista” al CAPSA. Els Joglars d’Albert Boadella posaven a escena “Àlies Serrallonga”; al Casino de l’Aliança es representava La setmana tràgica, amb Fabià Puigserver, Guillem Jordi Graells i Lluís Pasqual com alguns dels joves cervells del projecte.
La intervenció de Benet i Jornet acaba, com ell mateix havia advertit en començar-la, manifestant que hi ha raons per a l’optimisme. I és cert.
El món del teatre, des del punt de vista de la diversitat, de la qualitat, de les condicions laborals i salarials, dels espectadors, de l’atenció i interès de programadors, de les possibilitats de girar qualsevol muntatge,… el món del teatre, dic, avui està infinitament millor que fa cinquanta, quaranta, trenta, vint o deu anys.
Què ens falta, doncs? Ell assenyala una gran assignatura pendent: l’exportació de les nostres produccions teatrals, fetes en llengua catalana, arreu del món. Com fa qualsevol país que escrigui, produeixi i representi bon teatre. I en aquest sentit, li dono la raó.
Jo hi afegiria que ens falta assegurar de manera més rotunda, per exemple, el teatre a les escoles. La dicció, la declamació, la retòrica, o simplement la correcta expressió en veu alta davant un mínim de públic, també es podrien i s’haurien d’ensenyar i aprendre a les escoles.
Segurament, jo els avorriria menys avui si als anys 60-70 ja s’hagués ensenyat. I si em permeten, ara sí per acabar i per provocar una mica. Ell deia, què ens falta …i què ens sobra?
Ens sobra hiper-criticisme. A tots els nivells. No parlo pas del món del teatre específicament. Ni parlo del mon polític exclusivament. Vivim contaminats per un hipercriticisme que hauríem de combatre. Com?
Doncs segurament amb una mica més d’autoestima i una mica menys de mesquinesa. Amb una mica més de solidaritat i una mica menys de particularismes.
Amb una mica més de respecte i una mica menys de conyeta gratuïta. Amb una mica més de sincera admiració del que es fa pel món i una mica menys d’endogàmia, segurament també.
Potser si equilibréssim, i amb això acabo, una mica aquests vasos comunicants i els dosifiquéssim millor, aleshores ploraríem, riuríem, ens enrabiaríem, reflexionaríem i ens emocionaríem més espontàniament i mantindríem tots plegats, l’esperit més tonificat.
Fins aquí el meu viatge. Moltes gràcies.